sábado, agosto 18

Envidia

Día festivo, verano... en fín que para mitigar el calor, decido ir a dar una vuelta por Cadaquès.

Ese precioso pueblo está a unos treinta y pocos kilómetros curva arriba de mi ciudad, pero antes de esas curvas hay un tramo de unos 10 o 15 Km. de carretera ancha, recta y llana y en ella me encontraba en esos momentos.

Dado el buen tiempo y la densidad de tráfico, iba a velocidad moderada, disfrutando del paisaje y de la visión de un BMW serie 3, descapotable, nuevo de trinca, de un curioso tono visón, precioso, que circulaba justo delante de mí. Tenía de todo. Creo que hasta la rubia que iba en el asiento del acompañante era equipamiento de serie.

Siempre he dicho que yo estaría monísima en un BMW descapotable paseando mi dorada melena  al viento y dejando que el sol de la Costa Brava me tueste la nariz, sin embargo el conductor parecía mucho más feo y le sentaba fatal el color del coche. Vamos, en resumidas cuentas, que se me estaba estaba comiendo la envidia.

De pronto, entre caída de baba y caída de baba, noto que el tráfico se hace más lento. Retenciones. Veo a lo lejos que lo que sucede es que hay un tractor con un remolque cargadito de paja (¿qué diantre hacía en una carretera así?) tan ancho, tan ancho que tiene que ir apartándose para permitir los adelantamientos, dado que el tráfico es también muy denso en dirección contraria.

Poco a poco me voy acercando al tractor y justo, justo cuando le toca al descapotable esperar su turno para adelantar, el viento de mi tierra, la conocida Tramuntana, decide igualar las diferencias sociales dándole un tinte poético a la justicia: Un par de ráfagas moviditas empiezan a hacer saltar la paja del remolque del tractor, yendo a parar toda, todita encima/dentro de aquella preciosidad con ruedas.

La siguiente ráfaga cubre de polvillo de paja al conductor del coche que, pelín molesto,  empieza a hacer unos gestos muy elocuentes en dirección al tractor,  acompañados de unas frases a cierto volumen referidas concretamente a la madre del chófer y que no me atrevo a reproducir aquí por si hay menores leyendo, pero que creo que a poco que nos esforcemos, podremos recuperarlas de la memoria colectiva ya que su uso está bastante extendido.

Quince segundos después, el tractor hace señales al BMW para que adelante, y éste lo hace con el conductor aún agitando las manos airado, envuelto en una nube de polvo,  mientras la rubia que le acompaña se sacude pelo y ropa y yo me desternillo al volante de mi coche azul, normalito y con techo y llego a la conclusión de que, en este caso, prefiero NO conducir ese descapotable y que, palabrita del niño Jesús: la envidia es muy mala.

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