sábado, agosto 18

Duelo al sol

– ¿Cómo te encuentras, niña?

– Bues do esdoy buy segura. Sigo gon fiebre, no buedo respidad y me duelen la gadganta y la gabeza un montón.

– ¿Quieres que te traiga otro café con leche?

– Sí, pod favod, un gafé galentito y un pad de Gelogatiles. Y otro baguete de gleenex, bracias.

…  

Anda, tómatelo e intenta dormir un poco más, es lo que te sentará mejor.

– Sí, bracias. Goer , qué gribazo bás inobortuno.

           ———-Entra música de Ennio Morricone———–

El pueblo vacío. En la calle principal sólos él y yo a una distancia prudencial, observándonos, midiéndonos, poniéndonos a prueba…

Agazapadas tras las ventanas de una casa, mis débiles defensas. Más abajo, su banda de virus oportunistas nos miran desde la puerta del Saloon. No se atreven a salir ni unos ni otros, están asustados, esperan el momento en que uno de los dos flaqueemos para hacerse fuertes.

– Te lo advertí, forastero. Te dije que nos veríamos las caras tú y yo a solas. Lo has intentado, me has atacado de todas las formas posibles, pero no podrás conmigo.

Las dos cajas de Gelocatil brillaban bien sujetas en las cartucheras mientras avanzaba hacia él. El reflejo de mi vaso de leche cegó sus ojos por un momento y pude verlo como realmente era: débil, mezquino y sí…asustado.

– No, no te voy a matar, no soy como tú, no me ensaño con los caídos ni ataco con antibióticos por la espalda.  Vete, coge a tu pandilla y déjame en paz. Mañana a estas horas estaré dando clase y ni tú ni nadie podrá impedirlo.    Pareció dudar y envalentonarse por un momento.

Sin apartar mis ojos de los suyos, desenfundé las dos cajas de Gelocatil en un rápido movimiento, no tuvo tiempo ni de pestañear. Le encañonaba y sabía que le tenía a mi merced.

– Es tu última oportunidad: Vete, vete…¡Vete!

            ———————————————-

– Mami, mami ¿qué te pasa?

– Ein?

– Estabas dormida, gritabas en sueños…decías: "vete, vete" ¿Es que te encuentras peor, mami?

– Bues, bues…no, guriosabente me enguentro mucho mejor. ¿He dorbido bucho?

– Uff, mami, casi tres horas. La verdad es que sí tienes mejor cara y… ¿a ver? Sí, parece que ya no tienes fiebre.

           ———-Entra de nuevo Ennio Morricone———–

El pueblo seguía tan solitario como unas horas antes, arbustos secos rodaban por la avenida principal empujados por el viento cálido. Ya nadie contemplaba el duelo desde sus casas, ya no ocurría nada interesante en las calles.

Enfundé de nuevo mis cajas de Gelocatil tras grabarles dos muescas más, me calé el sombrero hasta los ojos y me dirigí al Saloon en busca de mi zumo de naranja.  Me dije que me merecía un homenaje con vitamina C.

                                                                                          The End 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opina, me encantará leerte...