sábado, agosto 18

La Final

Antes de empezar, advierto que este texto es del 2009, pero necesito compartirlo ahora, hoy, porque en pocos días se cumplirán años de la ausencia del guerrero al que se lo dediqué.

Le quise, le adoré, le quiero a diario y no se me ocurre mejor manera de llorarle.

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Viéndole avanzar, moverse, subir y bajar del coche, cualquiera se preguntaría si ese bastón en que se sostiene constantemente es realmente un apoyo o un engorro.

Su caminar es cada día más lento e inseguro. Cansado.

Anuladas las prisas por el tiempo, gastada la energía por la propia vida, se sienta unos minutos en el banco a reponer fuerzas para recorrer los metros que le separan del coche. No quiere que yo vaya a recogerle, no quiere causar molestias, dice él. Y se hace el valiente y sigue caminando.

En el fondo le conviene, así que se apoya de nuevo en su bastón mágico y avanza despacito hasta el coche.

Conduce él, faltaría más. Una cosa es que le duela todo el cuerpo al andar y otra que no pueda hacer treinta o cuarenta kilómetros al volante. Y la verdad es que lo hace bien.

A su edad tiene aún unos reflejos increíbles y cuando le veo adelantar en la autopista siempre le digo que conduce como Fernando Alonso. "Mejor aún", responde sonriendo. "Sí, pero yo aparco que te mueres", añado. Y me da la razón.

La broma siempre es la misma: él debería conducir por carretera y llegados a destino, yo aparcaría. Soy capaz de meter el coche en cualquier hueco, por minúsculo que sea. Somos un buen equipo.

Han sido seis meses de carretera contínua, de viajes casi diarios al hospital, de pruebas, de visitas médicas, de tratamientos largos y dolorosos, pero también de charlas, de complicidades…de compartirnos.

Hemos hablado de política, hemos seguido la Liga exhaustivamente e incluso se ha puesto de mi parte cuando jugaba el Barça; él que es colchonero desde que vió la luz en Madrid hace ya setenta y cinco años.

Hemos comentado cada gol de la Selección, cada resto de Nadal en Roland Garros y ahora andamos los dos pendientes de lo que hará el chaval el domingo ante Federer.

A lo mejor estamos tan atentos a la final de Wimbledon para no decirnos frente a frente que en realidad la final que nos preocupa es la del encuentro papá-quirófano del martes ocho de julio. Del partido más importante de su carrera de corredor vital.  Del más importante de su vida…y de la mía.

Así que una vez más formaremos equipo: tras tantos meses de entrenamiento y puesta a punto, él hará su carrera, sorteará todos los obstáculos, adelantará a todo lo que se mueva y yo intentaré que se sienta seguro, respaldado.

Aparcaré como siempre: cuidadosamente, sin arañar la chapa, por complicado que sea.  La retaguardia, los mecánicos y los boxes son cosa mía. Él tiene que seguir corriendo.

Y ríete tú de Fernando Alonso y de la escudería de Renault.

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