viernes, 25 de enero de 2019

Apología de la felicidad

Tiempo atrás, un conocido me preguntaba si resulta más sencillo escribir poemas estando triste o feliz. Le respondí que, en mi caso particular, no hago demasiadas diferencias: la poesía es sentimiento ,el que sea, pero le acompañé una frase que leí a Sabina en una entrevista en un periódico hace unos años.
Le preguntaban por el motivo de que hubiese contado con Benjamín Prado para componer las letras de las canciones de su último disco y respondía el maestro que la felicidad no le inspiraba, así que aprovechando la fiesta de celebración de su aniversario número sesenta, se acercó a su amigo y:  "Benja, no me sale nada. La felicidad está matando mi creatividad. Préstame algo de tu cabreo emocional"
Vale, pues después de darle vueltas llego a la conclusión de que no es exactamente así, es simplemente un tema comercial. Marketing puro. Y Sabina miente como un bellaco. Ni más ni menos.
Las mejores canciones de la historia han sido siempre canciones de amor, sólo que le llamamos “de amor” a las canciones de “desamor”. Nos sentimos de algún modo identificados con el protagonista de la historia, lloramos con él su pena, su tristeza y nos parece que lo nuestro es menos grave. Sentimos que el cantante sufre aún más su carencia que nosotros y nos la grita desesperado.
Resumiendo, que salvo en contadas ocasiones, nos apetece más oír que Loquillo “para ser feliz quiere un camión” que la alegría que representa el hecho de que “Mi jacaaaaa galopaycortaelviento cuandopasaporelpuerto camini-chin pun-to de Jeréeeee”
Y tiene su lógica. Imaginemos por un momento que encontramos a un conocido por la calle:
-¿Qué tal fulanito?
-Ya ves, tirando.
-Pues yo de coña, oye. Me han doblado el sueldo, trabajo menos horas, me acabo de comprar un chalé con piscina y ¿ves aquella rubia de allí?
-¿La guapa?
-Ésa, pues es mi señora. Desde hace dos meses. Somos taaaannn felices!!
-Psss…qué bbbien. Malegro...
Ahora sinceramente ¿Alguien se siente feliz de verdad por ese imbécil? ¿No dan ganas de partirle la cabeza con el primer ladrillo que encontremos? ¿No apetece realmente decirle que se meta su felicidad por donde le quepa? ¿A que sí?  Pues eso sucedería si a partir de hoy Sabina, Serrat, Alejandro Sanz o Calamaro empezasen a deleitarnos con sus alegrías personales, con lo felices que son con sus hijos y parejas, lo bien que viven en sus “chaleses” y lo mucho que ligan con sólo pestañear. Resultado: iban a vender un churro.  La única a la que le salió medio bien la jugada una vez fue a Paloma San Basilio con aquello de “Juuuntos, un día entre dos parece mucho más que un díiiaaa” y por si acaso no repitió el tiro, que no estamos acostumbrados a tanta alegría frívola.
Ahora la misma conversación, con otro tono:
-¿Qué tal fulanito?
-Ya ves, tirando. ¿Y tú?
-Hecho una mierda, de verdad. Hecho polvo. Me han despedido tras quince años en plantilla y con una porquería de finiquito, ahora estoy en juicios y tal. Pero no es eso lo peor. Jo! Llego un día a mi casa y me encuentro con que mi mujer se ha ido con un pavo cinco años más joven que ella y se me ha llevado a Jorgito.
-Chico, qué mal…
-Era la mujer de mi vida y mira…
-Sí que lo siento, de veras. ¿Puedo ayudarte de algún modo?
Claro que se le ayuda. Se le ayuda, se le abraza, se le invita a unas cañas y se hace lo posible para que el pobre chaval pase el trago lo mejor posible.
Y ojo, es el mismo de antes, ¿eh? no es que sea más amigo, ni menos. Es que ahora es más desgraciado que yo. Ahora es el protagonista de “Así que se fue, me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas” o de “Ella qui sap on és, ella qui sap on para” o incluso de “Para qué me curaste cuando estaba herío, si hoy me dejas de nuevo con el corazón partío”  Resultado: un éxito de ventas.
En resumen, que hacer apología de la felicidad no vende y todo esto nos demuestra que Sabina aparte de ser un genio de las letras es, además, un genio de los números y siempre supo de dónde sacar para los garbanzos.

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