Ley de Mickel
El hombre inventó el lenguaje para satisfacer su necesidad de quejarse.
Regla de McNulty
Lo primero es lo primero, pero no necesariamente en ese orden.
Ley de Herman
Encontrar una buena cabeza de turco es casi tan bueno como encontrar una solución.
Ley de Wolinski
El trabajo en equipo implica perder la mitad del tiempo explicando a los demás por qué no tienen razón.
Hipótesis de Hyman
La distancia más corta entre dos puntos suele estar en obras.
Ley de Ellis
El progreso es el cambio de una incomodidad por otra.
martes, julio 25
miércoles, mayo 3
¿Qué es?
"La felicidad tenía que ser otra cosa, algo quizá más triste que esta paz y este placer, un aire como de unicornio o isla."
Julio Cortázar- Rayuela. Cap.2
Como de unicornio o isla
o de aceite en un mar de tormenta
algo como la voz en una caracola
o un pestañeo en la piel.
Como el recuerdo de un aroma
o una sonrisa distante
o como el rasgar de una pluma,
un aire de pájaro azul.
Como el sepia de una imagen
como una copa vacía
o el oscuro cuerpo del olivo
o un sueño reflejado en un cristal.
Paloma G.
viernes, abril 7
Sábado
Le he arrancado un desierto
a las hojas del sábado
y lo contemplo
con la arrobada mirada del que ama
un mundo, una palabra, una idea,
un alma.
Madrugada, ya es mañana
y por dentro siento que no ha pasado aún
el día de hoy
se ha estirado cada hora como la nota
que se alarga en la garganta de un agudo
imposible.
Huele a tormenta en el aire
y sigue siendo sábado
y lo sobrevuelo
con el mensaje que nace entre mis dedos
y te reclama.
Paloma G.
Calma
A menudo me pregunto
en qué pensaba exactamente o como se sentía un determinado autor en el momento
de escribir un poema o una canción.
Hoy recuerdo un tema de Manolo
García, y no sé cómo se sentía él al componerlo, pero sí que comparto la mayor
parte de sus
palabras: "Te confieso que no atino a encontrar la calma. Nada ansío más y
es lo que menos tengo."
Y la busco,
sinceramente la busco. Me refugio en momentos, en pequeños instantes como este,
en un día gris, cansado, complicado. Un día en el que las leyes de Murphy
(maldito manipulador) se cumplen inexorablemente, sobre todo aquella que dice
que no hay situación tan mala que no sea susceptible de empeorar.
Ahora estoy agazapada en uno de esos instantes, escondida
del resto del día. He robado unos minutos al tiempo y me he sentado en el porche, oyendo como llueve sin piedad sobre mi patio. Hace calor, mucho calor y
el olor a tierra mojada se levanta como vapor, pero me gusta.
Me recuerda a mis veranos de cuando era niña:
empezaba a llover y corría hacia la playa a sentarme en la arena. Todo olía
distinto: el aire, el mar, la propia arena. Cuando llovía desaparecía esa
odiosa mezcla de desodorantes, champús, sudor y crema bronceadora y sólo olía a
sal, a yodo, a humedad fresca.
Aquí el olor es distinto, no hay sal ni yodo, sino el cloro
de una piscina, pero sin embargo el aroma de la tierra viva se mezcla con el de
los rosales, las buganvillas y mil plantas más que los vecinos cultivan en sus patios y que yo he sido incapaz de distinguir en toda mi vida.
Tampoco hay oleaje pero puedo distinguir la caída de cada
gota sobre el toldo o en la quieta superficie del agua. El resto es silencio,
tranquilidad.
Y sí, a lo mejor, calma.
Y como el hilo de Ariadna, me dejo llevar por el olor y el
sonido de la lluvia.
Ya no veo el mismo paisaje: ahora es de noche, una calle
oscura, antigua. De una ciudad más antigua que el tiempo. Más inmortal que el
mar que la rodea.
Aquí no hay toldos, no hay cobijo para el agua que me
empapa, que adhiere el pelo a mi cara. Pero no me importa, espero ese agua,
siento sed en la piel y levanto el rostro para saciarme.
Y vuelven otras frases de la misma canción: "Dame
descanso como quien da un refresco. Tu mirada vuela. Vuela, calma, vuela. En
las calles es una flecha que alivia el tiempo de los poetas."
Sinfonía
Con su voz me desarma y a cada
palabra me deja un latido prendido
en la ropa.
Delicadamente me encuentra entre rumores
de tela y metal
y de manos y de labios.
Sinfonía del deseo.
Blancos y dulces, azules y eternos
son los caminos que traza.
Y me pierdo en las rutas.
Y en la soledad me alimento
de palabras que saben a zumo
líquidos sonidos lejanos
de fresa.
Del aliento respirado a medias y la sonrisa
que bebo.
Sinfonía de los sueños.
Dibuja el movimiento con cadencia de olas
dirige la tempestad con sus dedos que gobiernan
el timón bajo el velamen
de mi pelo
que le perfuma y le abriga
si es invierno
en el alma.
Sinfonía del recuerdo.
Paloma G.
Anuncios por palabras (I)
martes, febrero 7
7 de febrero
Últimamente leo/oigo mucho sobre maternidad: consejos que parecen sentencias, mamás que sientan cátedra sobre su única e irrepetible experiencia, reportajes extensísimos sobre lo que se debe y no se debe hacer nunca si vas a ser madre, interminables listados de normas para educar a los hijos (no he visto ninguna de cómo educarnos a los padres, pero en fín...) y, lo que es peor, opiniones, miles de opiniones de padres, madres, médicos, maestros y psicólogos sobre lo buenas -o según ellos, a menudo malas- madres que somos la mayoría.
Bien. Me importa un bledo.
O dos, según como.
O sea, me alegro mucho de que vosotras, mamás, tengáis hijos (as) felicísimos, educadísimos, altos, rubios, con los ojos muy azules, que hablan inglés, que tocan el piano, que cantan, que bailan, son los mejores deportistas, los mejores estudiantes de las mejores carreras y, además, el día de mañana se los/las van a llevar de calle. Toma ya.
Pues eso, que me alegro. Pero que también me importa otro bledo y no me apetece nada competir con vosotras. Sois el "Clásico" de las madres; la "Super Bowl" de las mamis; "El Gran Torneig de les Arts Marcials" de las mamás. Qué bien.
Yo no soy tan perfecta. No soy una madre de catálogo, ni siquiera de folleto de supermercado de barrio. Seguramente por ello, mi hija no será perfecta. Y ¿sabéis qué? que ahora sí que puedo decir sinceramente que me alegro.
Hace unos cuantos (empiezan a ser bastantes) años, empezó para mí una historia de amor. Suena sensiblero, sí, pero es que mi vida con mi princesa ha sido eso: amor.
Puede que yo no haya sabido hacer todas esas cosas que mandan los cánones y el "Ser Padres Hoy" pero le he dado lo único que no puedo darle a nadie más. No de ese modo. La he amado. Y no quiero decir que los demás no amen a sus hijos. Ni mucho menos. Quiero decir, simplemente, que yo sólo sé hacer eso: Querer a Judith.
La amo desde el preciso instante en que "supe" que estaba ahí. Porque sí, porque lo supe. Podría haberme ahorrado el Predictor perfectamente: yo ya sabía que ella estaba conmigo. También sabía que era "ella" y no "él". No sé si eso habría marcado alguna diferencia o no, ni me lo planteo porque siempre supe de mi princesa.
Hoy, al cabo del tiempo, es una mujer adulta, pero yo sigo sintiendo ese lazo intenso entre las dos, esa sensación de que el día que el médico la separó de mí mediante la cesárea, se dejó algún hilillo sin cortar y que ese cordón de plata nos une a través de todo y a pesar de todo.
Recuerdo una vez, tendría ella tres o cuatro años, su maestra me dijo que parecíamos una mezcla entre una pareja de enamorados y dos hermanos gemelos. Y es que siempre nos hemos "presentido". Hemos enfermado a la vez, hemos tenido pesadillas simultáneas, no podemos ocultarnos nada. Yo siempre he sabido de su alegría o de su tristeza apenas con una mirada; ella siempre ha sabido en qué momento necesito un abrazo.
Simplemente me mira y sabe. Simplemente la miro y sé. Y eso ha sido así durante estos veintialgunos años.
A veces, a menudo, nos acurrucamos en el sofá y dejamos pasar el tiempo. Podemos estar viendo una película, o pensando en nuestras cosas, o -sencillamente- sintiéndonos bien, acompañándonos.
Porque eso es lo que sabemos hacer mejor: estar juntas y querernos.
Mi princesa es bella, es preciosa por dentro y por fuera: es fuerza, es arte, es sensibilidad, es carácter.
Es también delicadeza, educación, sobriedad y seriedad. Es responsabilidad, es simpatía, es -y lo agradezco- un punto de locura. Es fidelidad, alegría y sobre todo, por encima de todo, es amor.
Es MI amor. Y eso es tanto, es tan grande, que no puedo pedir nada más. Absolutamente nada, excepto que sigamos haciendo eso que hacemos tan bien las dos: estar juntas y querernos.
Feliz cumpleaños, mi amor. Feliz vida.
Bien. Me importa un bledo.
O dos, según como.
O sea, me alegro mucho de que vosotras, mamás, tengáis hijos (as) felicísimos, educadísimos, altos, rubios, con los ojos muy azules, que hablan inglés, que tocan el piano, que cantan, que bailan, son los mejores deportistas, los mejores estudiantes de las mejores carreras y, además, el día de mañana se los/las van a llevar de calle. Toma ya.
Pues eso, que me alegro. Pero que también me importa otro bledo y no me apetece nada competir con vosotras. Sois el "Clásico" de las madres; la "Super Bowl" de las mamis; "El Gran Torneig de les Arts Marcials" de las mamás. Qué bien.
Yo no soy tan perfecta. No soy una madre de catálogo, ni siquiera de folleto de supermercado de barrio. Seguramente por ello, mi hija no será perfecta. Y ¿sabéis qué? que ahora sí que puedo decir sinceramente que me alegro.
Hace unos cuantos (empiezan a ser bastantes) años, empezó para mí una historia de amor. Suena sensiblero, sí, pero es que mi vida con mi princesa ha sido eso: amor.
Puede que yo no haya sabido hacer todas esas cosas que mandan los cánones y el "Ser Padres Hoy" pero le he dado lo único que no puedo darle a nadie más. No de ese modo. La he amado. Y no quiero decir que los demás no amen a sus hijos. Ni mucho menos. Quiero decir, simplemente, que yo sólo sé hacer eso: Querer a Judith.
La amo desde el preciso instante en que "supe" que estaba ahí. Porque sí, porque lo supe. Podría haberme ahorrado el Predictor perfectamente: yo ya sabía que ella estaba conmigo. También sabía que era "ella" y no "él". No sé si eso habría marcado alguna diferencia o no, ni me lo planteo porque siempre supe de mi princesa.
Hoy, al cabo del tiempo, es una mujer adulta, pero yo sigo sintiendo ese lazo intenso entre las dos, esa sensación de que el día que el médico la separó de mí mediante la cesárea, se dejó algún hilillo sin cortar y que ese cordón de plata nos une a través de todo y a pesar de todo.
Recuerdo una vez, tendría ella tres o cuatro años, su maestra me dijo que parecíamos una mezcla entre una pareja de enamorados y dos hermanos gemelos. Y es que siempre nos hemos "presentido". Hemos enfermado a la vez, hemos tenido pesadillas simultáneas, no podemos ocultarnos nada. Yo siempre he sabido de su alegría o de su tristeza apenas con una mirada; ella siempre ha sabido en qué momento necesito un abrazo.
Simplemente me mira y sabe. Simplemente la miro y sé. Y eso ha sido así durante estos veintialgunos años.
A veces, a menudo, nos acurrucamos en el sofá y dejamos pasar el tiempo. Podemos estar viendo una película, o pensando en nuestras cosas, o -sencillamente- sintiéndonos bien, acompañándonos.
Porque eso es lo que sabemos hacer mejor: estar juntas y querernos.
Mi princesa es bella, es preciosa por dentro y por fuera: es fuerza, es arte, es sensibilidad, es carácter.
Es también delicadeza, educación, sobriedad y seriedad. Es responsabilidad, es simpatía, es -y lo agradezco- un punto de locura. Es fidelidad, alegría y sobre todo, por encima de todo, es amor.
Es MI amor. Y eso es tanto, es tan grande, que no puedo pedir nada más. Absolutamente nada, excepto que sigamos haciendo eso que hacemos tan bien las dos: estar juntas y querernos.
Feliz cumpleaños, mi amor. Feliz vida.
sábado, enero 14
Poesia accidental
Segons el poeta José Hierro "La poesia s'escriu quan ella vol".
M'agradaria, potser, fer un matís: la poesia es trasllada al paper quan ella
vol, és a dir, s'escriu físicament, però neix molt abans. La poesia ens envolta
de manera natural, només cal saber veure-la. O voler. O les dues coses.
I no, no cal reduir-la a amors i laments; no cal pensar únicament en rimes
i hendecasíl·labs: és tot això i molt més. Sovint barrejada, fosa amb altres
manifestacions artístiques d'una manera indissoluble, però de vegades amagada
de manera casual (o potser no tant) entre els carrers de qualsevol ciutat
anònima.
Fa un parell de dies vaig ensopegar amb aquesta foto. La vaig fer fa sis anys. És la imatge d’una instal·lació en un carrer qualsevol. No és l'única.
Desconec d'on prové la iniciativa, però hi ha (o hi eren quan vaig fer la foto)
diverses similars en diferents punts de la ciutat; totes diferents, però totes
properes, convidant a la reflexió o al somriure; oferint al passejant un
instant de somni, com un oasi enmig de les presses, del trànsit, del no-res a
què ens llancem cada dia.
Exactament com la poesia, si.
Ho vaig fer, és clar que ho vaig fer. És clar que vaig prémer aquest botó
per aturar el temps. Qui no ho faria?
Tengo un reloj de treinta horas
se pone en marcha al escribir,
cuando se va la noción
y me acerco lentamente a ti.
de "Relojes en la oscuridad" - Nacha Pop/Antonio Vega - 1985.
viernes, enero 13
Excusas
No sé,
es posible que deba llamarte,
quizá debería decirte que llueve,
que es de noche y hace frío,
que la luna es azul y enorme
y me mira.
Acaso debiera contarte
que apenas dan luz las farolas,
que no pasan coches por la calle,
y sólo se oye el agua en los tejados
gota a gota.
Ciertamente
es probable que sean excusas
para explicarte por qué sigo despierta
y que no me importa la luna, ni la lluvia,
ni los coches, ni el frío, ni las calles
pero me cuesta dormir sabiendo
cuanto te echo de menos.
es posible que deba llamarte,
quizá debería decirte que llueve,
que es de noche y hace frío,
que la luna es azul y enorme
y me mira.
Acaso debiera contarte
que apenas dan luz las farolas,
que no pasan coches por la calle,
y sólo se oye el agua en los tejados
gota a gota.
Ciertamente
es probable que sean excusas
para explicarte por qué sigo despierta
y que no me importa la luna, ni la lluvia,
ni los coches, ni el frío, ni las calles
pero me cuesta dormir sabiendo
cuanto te echo de menos.
Paloma G.
El edificio (I)
Anoche acabó otro ciclo y en este
primer día del año, los propósitos llenan el aire, se respiran, inundan el
ambiente como el olor de los dulces navideños en el rellano de la
escalera.
Este rellano, esta escalera en
general, es como todas. Es el número 23 de cualquier calle; un portal oscuro,
descuidado en el fondo más que en la forma. Con su manita de pintura anual, con
sus apliques de bombilla de 60W que le dan ese aspecto mortecino. Con sus
buzones casi doblados por el peso de docenas de folletos de propaganda y los
nombres incompletos en las ventanillas, cada uno con un sistema distinto de
rotulación: el pulcro vecino que tecleó cuidadosamente sus apellidos y los de
su difunta; los de arriba, que son tan brutos que hicieron la etiqueta
con rotulador y los chavales estos del tercero que han puesto su nombre con
cinta de ésa azul de la maquinita y que duelen los ojos sólo de verlo.
Tan distintos sus buzones como
distintas son sus vidas, sus deseos y distintos sus propósitos.
miércoles, enero 11
Petición
Quiero
que todo sea como cuando era niña
Y que mis preocupaciones sean de nuevo
el examen de matemáticas y las cincuenta copias de "no hablaré en
clase" que siempre creía injustas y, en realidad, estaban más que justificadas.
Quiero que todos mis enemigos sean
otra vez esos niños que le quitaban el desayuno a mi hermano
pequeño o los que nos levantaban la falda en el patio a las niñas.
Quiero volver a preocuparme por
si hoy mis amigos me dejarán jugar a futbol con ellos como siempre o si
estará el niño tonto aquél que no quiere niñas en el equipo... ¡Ja! , pero si lo suyo era pura envidia porque yo
jugaba mejor que.
Quiero volver a abrir la bolsa de la
merienda como se abre un regalo, sin saber qué hay dentro, con los ojos como
platos.
Quiero que mi madre salga de
compras y vuelva a casa invariablemente con un tebeo para mí y otro para mi hermano, lo
cual sumaba dos lecturas.
Quiero que de nuevo todas
las enfermedades se curen con zumo de naranja y aspirina infantil y muchos
mimos.
Quiero también que todas las
heridas cicatricen con una tirita de colorines y dos besos.
Quiero volver a pedir cinco minutos
más por la mañana y que me los den como entonces.
Quiero que la ducha apresurada vuelva
a ser baño con juguetes y al salir de la bañera alguien me espere con una
toalla enorme, envolvente, cálida.
Quiero volver a creer en las hadas, en
Peter Pan, en las brujas... pero no con la nostalgia con la que creo ahora sino
con la confianza de entonces.
Quiero devorar cuentos uno tras otro,
sin prisa...y soñar en secreto, como soñaba de niña, que un día sería como Jo
March de Mujercitas, mi heroína: fuerte, independiente, y sobre todo
¡autora de cuentos!
Quiero...
Quiero volver en definitiva a esa
época en que todo, absolutamente todo, se solucionaba con un abrazo de mi madre
o contándoselo muy seria a mi padre que me miraba con la gravedad que requería
el asunto y luego se me comía a besos.
Radiografia (I)
Para empezar, en negativo (manías y fobias varias):
- No soporto escribir con lápiz.
- Me molesta el olor de las colonias cítricas "frescas" y
veraniegas.
- Me revienta que el aire acondicionado de las tiendas me produzca escalofríos.
- No soporto la ropa de lana.
- Me producen terror las cucarachas. TERROR (con muchas mayúsculas)
- Me da pánico el fuego.
- Tengo fobia, auténtica fobia a las agujas.
- No me gusta conducir con poca luz.
- ODIO los chándals. (sobre todo en la versión "arreglá pero
informal")
- NO puedo vivir sin reloj
- No soporto estar encerrada (ni en la ducha)
- No me gustan los días fríos, grises y lluviosos.
- No me gusta nada, nada, nada la novela policiaca (Sra. Christie, lo lamento, créame)
- No soporto a esa gente que va con gigantes peludos y permite que se te acerquen con la excusa de "no, si no hace nada". Sí hace, me MOLESTA (en realidad, me dan un poco de miedete)
- No me gustan los morros (las cosas se hablan y listos)
- No voy a tener nunca más OTRO coche blanco (3 son multitud)
- No soporto los cotilleos, ni a nivel personal, ni de prensa ni
televisivo.
- ODIO y, sinceramente, mataría al que ha visto una
peli/serie/culebrón/loquesea "muy bueno, mira, te cuento" y me
lo cuenta, quiera yo o no, adornado con su propio guión.
- No me gusta el campo, nací sirena.
- No me gustan los helados (alguna excepción hago, pero...)
- No soporto que me mientan. En ningún ámbito.
- Me aburre mortalmente el baloncesto.
- No soporto que los ex-fumadores, ex-comedores, ex-bebedores,
ex-casados, ex-loqueseaengeneral, se conviertan de pronto en mi
conciencia.
- No, señora, no quiero que me cuente usted todos los productos que usa
para lavar, limpiar, maquillarse, depilarse o dejar el Wc como los chorros
del oro.
- Me NIEGO a prestar un sólo libro a nadie (con dos únicas y especialísimas excepciones)
- Me repugna comer pescado, bueno, simplemente pensar en comerlo.
- ODIO todos los insectos. Invariablemente, todos me pican.
- No me gusta que me regalen ropa.
- No me gusta que me pidan que regale ropa.
- No me gusta el calzado deportivo excepto para el uso para el que
fueron diseñados.
- NO soporto las mantas. Vi el cielo cuando descubrí hace 35 años
los edredones nórdicos.
- NUNCA dejo que me hagan fotos. Le tengo terror a la cámara.
- No me gustan los peluches.
- No me gustan las niñas (y sus entornos) rosas.
- No me gustan las mujeres que siguen siendo rosas.
- Por las mismas, odio la "fashion victim"
- No me gustan las discriminaciones de ningún tipo. Tampoco las
positivas.
- No me gusta la lástima. Las cosas se hacen por convicción, no por
pena.
- Odio esos tapetitos de encaje que la gente tiene en sus casas sobre
mesas, muebles, brazos y respaldos de sillones.
- Ya sé que cocinas muy bien, pero no me cuentes tus recetas en la
calle, donde: ni me apetece escucharlas, ni tengo nada para apuntar datos,
ni me parece el momento.
- Me saca de quicio encontrar amigos de mis padres, de los que me
conocieron siendo niña y me digan: "nena, como has crecido, qué mayor
te has hecho" me dan ganas de contestar: "señora, mayor no, me
estoy haciendo vieja"
- No soporto que nadie sea dueño de mi tiempo.
- Me enferma que decidan por mí.
- Y me enferma aún más que alguien crea tener derechos sobre mí.
En fin, la lista es bastante más larga pero afortunadamente la de cosas que
SÍ me gustan es más larga aún, así que, hasta la siguiente radiografía.
Hadas
De todos es sabido que cada vez que un
niño abandona su infancia y deja de creer en las hadas, una de ellas muere de
inmediato.
Yo, como niña crecida, como eterna
Peter Pan en versión femenina y sobre todo como la bruja que siempre he sabido
que soy, no quiero ser cómplice de la desaparición de mis hermanas aladas y,
como defensa ante este mundo gris y de hormigón en el que los juguetes sólo
funcionan a pilas y las ilusiones se pagan con tarjeta visa, proclamo
abiertamente y con permiso de Wendy que:
¡Creo
en las hadas, yo creo, sí creo!
Dinah Washington
Quizá porque, entre muchas otras cosas
que hacemos los inconstantes o los hiperactivos, soy cantante aficionada, me ocurre que,
así como otras personas se emocionan ante un rif de guitarra o los acordes de
un piano, a mí me erizan algunas voces. Me transportan, me producen una
profunda (y sana) envidia, me calan tan hondo que me cuesta
respirar.
Nunca he llorado viendo una película,
pero durante un estreno de La Traviata, fui la única de todo el teatro que no
pudo soltar el pañuelo, que tenía la piel de gallina desde el primer al tercer
acto, que hubiese dado las manos por saber expresar como lo estaba haciendo la
cantante que interpretaba a Violetta Valery.
Y no, no soy una purista, lo que me
llega es el sentimiento, no la perfección. Puedo temblar con Maria Callas, sí,
pero también con Janis Joplin, con Patti Smith, con Billie Holiday, con Whitney
Houston o con Aurora de Tahures Zurdos.
En fin, todo esto lo digo para que me
comprendan cuando les hable de Dinah Washington, bueno de Dinah no, de su voz.
Dinah, como tantas otras voces negras,
proviene de un coro religioso; era cantante y pianista de una iglesia
baptista en Chicago. Saltó de formación en formación y de sello en sello,
dejando en todos su huella hasta ser conocida como "la Reina del
Blues" y conseguir lo que nadie aún había logrado, que sus discos se
vendiesen fuera de los círculos raciales negros.
Murió como han muerto muchos:
como diría Justine -la de Durrell- en la batalla por "vivir algo que
valiese la pena vivir", ganaron los somníferos. Fue en la navidad del 63.
Dinah, Ella, Peggy Lee, Diana Krall,
la inolvidable Billie Holiday y tantas que no conozco, no recuerdo, o la
historia se ha tragado.
Hoy traigo
aquí su imagen y el sonido el vídeo de uno de sus temas más conocidos.
Una balada de sus últimos tiempos: Mad about the boy es Dinah, es su voz
pero también es su historia. Y es más cosas...
Gala
Fue Gala quien tomó una decisión firme aquel verano del 29 cuando, estando de vacaciones en Port Lligat con su marido Paul Éluard , conoció a Salvador Dalí: "Ya no nos separaremos nunca más",le dijo. Esto daría a Dalí la sensación de haber sido comprendido de una manera casi divina. Gala le comprendió y le amó siempre. Y sólo se separaron cuando ella murió en 1982.
Todo lo demás fue como la vida de ambos, puro espectáculo.
Años más tarde era él quien escribía estas...
ELEGÍAS A GALA
Fuente de vida
de noches sin mañanas
yo puedo llegar al surtidor
donde he visto súbitamente
la imagen tan amada
que llevaba grabada
en el fondo de mis entrañas.
de noches sin mañanas
yo puedo llegar al surtidor
donde he visto súbitamente
la imagen tan amada
que llevaba grabada
en el fondo de mis entrañas.
Yo sé donde está
el pan de vida
tan blanco es
que cerrando los ojos
lo continuo a ver por transparencia
pan de vida
yo sé donde está el horno
en las llamas del cual
he visto prefigurada
la imagen tan amada
de Gala tan amada
horno que las totémicas guirnaldas
le sirven de adorno.
el pan de vida
tan blanco es
que cerrando los ojos
lo continuo a ver por transparencia
pan de vida
yo sé donde está el horno
en las llamas del cual
he visto prefigurada
la imagen tan amada
de Gala tan amada
horno que las totémicas guirnaldas
le sirven de adorno.
Yo sé donde está
en el fondo de la tierra
el bloque de mármol
donde está contenida
la imagen de Gala tan amada.
Cuatro elementos obsesionan mi Gala
aire, agua, fuego y tierra
que corresponden a mi Gala
que conocí antes de nacer.
en el fondo de la tierra
el bloque de mármol
donde está contenida
la imagen de Gala tan amada.
Cuatro elementos obsesionan mi Gala
aire, agua, fuego y tierra
que corresponden a mi Gala
que conocí antes de nacer.
¡Aire ,aire! es el que respiro
de noche y de día
veo sin cesar la imagen de mi Gala tan amada
el recuerdo de mi Gala tan amada
donde respiro sin cesar
de noche y de día
¡el aire, el aire!
de mi Gala tan amada.
de noche y de día
veo sin cesar la imagen de mi Gala tan amada
el recuerdo de mi Gala tan amada
donde respiro sin cesar
de noche y de día
¡el aire, el aire!
de mi Gala tan amada.
En el fondo sin mañanas
el agua se vierte sin fin
en el surtido del jardín
donde he visto detalladamente
el rostro de mi Gala
tan poco amada.
el agua se vierte sin fin
en el surtido del jardín
donde he visto detalladamente
el rostro de mi Gala
tan poco amada.
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