miércoles, 5 de agosto de 2020

Hasta el gorro

Me llamo Paloma, nombre castizo donde los haya, y nací en pleno Empordà, zona en la que, como todo el mundo sabe ( lo dicen los periódicos del Imperio y las personas de bien), sólo se habla (y entiende) el català de pagès y eso con dificultad.
Sufrí mucho en mi infancia con esto de la inmersión, dicen en la tele. Y como yo, la mitad de la población de este país ,Catalunya.
Les cuento: aunque crecí en época de Franco y me eduqué exclusivamente en castellano, mi padre que era un horrendo adoctrinador de la cultura catalana (madrileño por más señas) se empeñó en enseñarme catalán y francés, llevándome así por el camino de la perdición lingüística.
Más tarde, a pesar de haber leído cientos de libros en castellano y apenas unas docenas en catalán y francés; a pesar de que en los cines de Catalunya no se emitiese NI UNA sola película en catalán (recordemos que hacía cuatro días que había muerto Don Paco); a pesar de que el 60% de la televisión que veía era en castellano y el otro 40% se dividía entre el catalán y el francés y a pesar de que en el Instituto la mitad de los profesores nos hablaban en una lengua y la otra mitad en otra; a pesar de que hice letras puras con lo que a mis tres idiomas de infancia añadí nociones de latín y griego e hice clases extraescolares de alemán, parece ser que me convertí en una adolescente medio analfabeta a causa de la dañina inmersión lingüística catalana.
Llegada la etapa adulta aterricé en una empresa en la que, si mal no recuerdo, la única catalana era yo: había asturianos, zaragozanos, castellanos, alemanes, daneses, madrileños....y el idioma habitual de la empresa era el castellano seguido del fraces y el italiano, lengua que tuve que "medio" aprender para sobrevivir en ese maremágnum de "catalanes adoctrinados".
Por último, llegué a mi profesión actual en la que imparto clases en el idioma en el que sé que me van a entender mis alumnos, sea ése el que sea. Puro adoctrinamiento también.
Dado que mi sector es básicamente tecnológico, he tenido que espabilarme con el inglés a base de diccionarios; he tenido que aprender unas cuantas docenas de expresiones en árabe para iniciar acercamientos con alumnos inmigrantes y todo ello lo he hecho mal, mal, mal, fatal porque el terrible adoctrinamiento que padezco, parece ser que no me permite expresarme en castellano (ni en ninguna otra lengua) con la claridad necesaria .
Y no soy la única, no crean: si voy al hospital, no es extraño que me atienda un médico venezolano o irlandés que ya ni recuerda su idioma, pobre, de tan inmerso que está.
O, sin ir más lejos, mi hija, la pobre: escolarizada en catalán desde que nació y con una doctrina tan férrea que a los once años sólo dominaba tres idiomas. Únicamente tres. Y hay casos peores, de pura lágrima y pataleo: algunos de sus amigos son extranjeros y, qué pena, llegan a la ESO hablando sólo cuatro o cinco lenguas diferentes.
Qué tristeza. Qué pena de recursos. Qué asco da una tierra en la que cualquier crío de 12 años habla un mínimo de dos idiomas más que los últimos presidentes del Gobierno del Estado.
No, no, nada de eso. Eliminemos de inmediato una de esas lenguas, o dos, o todas. Al fin y al cabo, ya demostró el Sr. Rajoy que únicamente con el castellano se va a todas partes.
Haciendo el ridículo, sí, pero se va.

I ara, només us dic una cosa: la llengua NO es toca. Esteu avisats.

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