Y se hace tarde
rodeada de la nada
que es este mundo verde
tan lejano.
Un grillo llama a su
compañera con frenético
chirrido telefónico
y en la carretera, el silencio
se rompe sólo de tarde en tarde
cuando algún vecino vuelve a
casa,
las manos encallecidas,
el cuerpo helado.
La cortina de color tranquilidad
me separa del negro de la noche,
del frío abstracto de los
campos,
de la luz alicaída de una
estrella
apenas visible entre la bruma.
Es de noche y las
horas no avanzan,
quizá sólo pasan de largo sin
hacerme caso,
sin dejarme apartar su velo
tibio,
grueso, de terciopelo,
mientras los restos del
cigarrillo
se consumen entre los dedos
olvidado ya su aroma,
mientras el alma pone proa
al laberinto del sueño.
al laberinto del sueño.
Paloma G.
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