No quisiera de ningún modo que estas anécdotas se entiendan como un intento de ridiculizar a alguno de mis alumnos. Nada más lejos. Ellos -niños, adolescentes, adultos, personas mayores- han llenado mi vida los últimos 21 años y sólo puedo sentir amor y agradecimiento pero en todo este tiempo ha habido momentos brillantes. Increíbles. EX-QUI-SI-TOS.
Recordemos que yo ofrezco formación en Nuevas Tecnologías. Bien, pues me encuentro en el supermercado a una de mis alumnas adultas:
-Ay, suerte que te encuentro. Necesito hacerte una consulta y me va a ir muy bien no tener que esperar a la clase del miércoles.
-Bueno, mujer, no te preocupes. Dime qué necesitas. Y para otra ocasión recuerda que tienes el e-mail o el whatsapp si te corre prisa.
-Ya, ese es el problema, que es un poco complicado escribirte, no se entiende muy bien lo que pongo. Lo he intentado en casa y lo he buscado por todas partes, pero...no está. Ni en mi móvil ni en el de mi marido.
-¿El qué?
-El punto. No está.
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