domingo, 23 de octubre de 2016

Bruc

Nunca me han gustado los animales y especialmente a los perros les tengo un cierto reparo. Debería decir miedo pero a mis edades resulta ridículo.  
En realidad no es que no me gusten, quizá es que me gustan tanto que no concibo la idea de tener un mastín del pirineo en un piso de 70 metros. o un guacamayo en una jaula en el comedor. No estoy segura de cuál es la razón concreta pero el caso es que nunca he tenido demasiada confianza con la mayoría de animales que el resto de los humanos llama "de compañía", y esto a pesar de que en la casa de mis padres siempre hubo algún que otro bicho, aparte de la que suscribe, y conseguí vivir con ellos (y ahora ir a verles a menudo) sin tocar jamás ninguno de sus perros, gatos y pájaros.
Sin embargo hoy me acordé de Bruc. El único perro en el que confié y del que nunca tuve miedo.
Bruc no era mío, ni de mis padres. Era un doberman precioso  y era de nuestros vecinos. Ellos, por esas casualidades de la vida, eran la cara opuesta: tenían varios gatos, dos doberman y una perrita de esas todas peluches que nunca sé a qué raza pertenecen y que no me gustan nada. Siempre digo que un perro tiene que parecer un perro, no un plumero, pero en fin, allá cada cual.
A lo que iba, en el jardín de la casa vecina a la nuestra se oía una constante algarabía de ladridos, maullidos y reniegos de la dueña y sólo llegaba la paz cuando Bruc se ponía serio. La otra doberman era color castaño, pero Bruc tenía ese pelo negro por el lomo y pardo por los costados, brillante, corto y limpio de los buenos perros. Era de pura raza, hijo y nieto de campeones y campeón él mismo. Estaba adiestrado desde su nacimiento, siempre alerta, siempre atento y siempre fiel.
Por entonces, hace unos  veinte años de esto (quizá más) nuestras casas estaban casi, casi en el campo (ahora la urbanización es como todas: horrible) y los gatos de nuestra vecina desaparecían cada dos por tres, se iban a retozar al prado que teníamos enfrente. Yo estaba sentada en el jardín, leyendo y oía a  la vecina: "Bruc, tráelos", me levantaba y miraba por encima de la valla y veía a Bruc saltando como una gacela (nunca había visto eso en un perro) para localizar a los gatos entre la hierba y con cuidado infinito traerlos con la boca, como a sus crías. Y lo que es más increíble, los gatos se lo permitían. Los dejaba en el jardín, y se sentaba junto a la puerta, a vigilar que no escapasen de nuevo.
Bruc estaba siempre alerta, de todo, de todos, a todo. Recuerdo en otra ocasión...mi hermana era pequeña, mi madre y la vecina estaban charlando a las puertas de la casa, y mi hermana decidió cruzar la calle para vete a saber qué. El caso es que esa calle es la avenida principal y como es de imaginar, venía un coche. Mi hermana al verlo se asustó y tropezó, posiblemente el coche no la  habría atropellado porque circulaba a muy baja velocidad,  pero es que mi hermana ni siquiera llegó a caer, ni siquiera rozó el suelo: de no sé exactamente dónde, salió Bruc disparado, lanzado hacia ella, metió la cabeza bajo el cuerpo de Alicia y a la vez que la impedía caer, la apartaba del peligro. Fue todo inmediato. Fue más rápido él que los ojos de los que miraban.
Pero lo que más me gustaba de Bruc es que sabía que yo le temía y me respetaba, respetaba mi miedo, me protegía pero a distancia.
Recuerdo que llegaba yo de madrugada, venía de bailar o del cine...y al girar la calle ya le veía de lejos. Creo que reconocía el sonido del motor de mi coche por que cuando doblaba la esquina él saltaba la valla de su casa y se quedaba en la puerta, atento.
Si yo estaba acompañada por mi chico, Bruc simplemente seguía ahí hasta que entraba en mi casa, como comprobando que todo estuviese bien;  pero si yo volvía sola, venía hacia mí y se mantenía a medio metro de mi cuerpo, nunca me tocó, pero no me dejaba sola. Esperaba a que yo abriese la puerta del jardín y luego a que entrase en la casa y mientras yo cerraba la puerta desde dentro le veía volverse tranquilamente a la suya. No me agobiaba, Bruc sabía perfectamente de mi temor, pero así y todo él vigilaba, sé perfectamente que nada me habría pasado con Bruc a mi lado.
Elegante, bello, prudente, jamás le vi mirar amenazadoramente a nadie, apenas ladraba. Tan inteligente. Le cogí tanto cariño...supongo que a pesar de todo él lo supo siempre.
Bruc murió poco después...los perros buenos, como las personas buenas a veces tienen un final injusto y precipitado.  Le eché mucho de menos durante mucho tiempo, echaba de menos verlo correr por el prado o cuando de repente se quedaba quieto, escuchando, o cuando miraba con aquella expresión de inteligencia que me cuesta encontrar a veces en más de un humano.
Hoy le he recordado por que he visto un perro idéntico a él. Durante estos años he visto docenas de dobermans pero ninguno era Bruc. El de hoy sí, y me ha mirado y era su mirada, eran sus ojos, era inteligente. Y ¿saben? por primera vez en años no he dado un respingo cuando ha pasado a mi lado, como me sucede con todos los perros. No me he sentido incómoda por que he visto a Bruc, he sabido que era un buen perro como él.
Después de tanto tiempo hoy he recordado a un animal magnífico y me apetece contarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opina, me encantará leerte...