viernes, 25 de enero de 2019

Itinerario II

Y ahora
que todo se me hace extraño
cómodamente impreciso
y feliz,
que toco lo intangible
con el roce de los dedos
del deseo,
que ofrezco mi cara a la lluvia
y mi pelo a tus manos,
que no escondo mi rastro
a tu vista
y siembro una estela de perlas
que te atan sutilmente a mi piel
Ahora
que contemplar el mundo
se ha vuelto un pasatiempo
de dos,
que sobrevuelo las distancias
en el mínimo instante
de un parpadeo,
que el tiempo se mide por la duración
de un poema,
y el espacio que ocupo guarda aún
tu huella.
Ahora
que dibujo itinerarios
en los mapas de la noche...
sígueme.

Reencuentro

Te recordaba  mientras la distancia
se abría ante mis pies como un abismo
dejando atrás colores,  espigas y trigales.
Inmóvil tras el húmedo cristal
desde el que atisbaba el paso de los días
perdida la voz, refugiándome en la tinta,
te recordaba.
Con esa sensación de destemplanza
que dan las noches de invierno
en que despiertas helado y sin cobijo.
Con esa añoranza vaga y cálida
con que se recuerda un edredón en primavera:
con cariño  pero sin urgencia,
te recordaba.
Y te encuentro en esta esquina de la vida,
confuencia de dulzuras y tropiezos
que sorteo a grandes rasgos con más voluntad que acierto.
Fascinada ante el color de este  noviembre
que vincula  en un instante la honestidad y el afecto
con la lectura interior de tu poema,
te reencuentro.

"Más o menos extraña
la vida fue pasando tibiamente
por tu cuerpo y el mío.
Luis Gª Montero."

Y despertar...

Hoy la calle olía a silencio,
el cielo amenazaba lluvia,
y en los abrigos
el alma se quedaba fría.
Los sonidos eran sordos,
lejano eco de tormenta,
vacía y seca
en la pesadilla de un niño.
Hoy he despertado en gris,
sin prisa y sin objetivo,
y en la cama
he plantado un desierto.
Hoy la calle olía a silencio,
mañana sonará a olvido.

Minipoesía (8 haikus)

Ante mis ojos,
lloviendo en los cristales,
pasa la tarde.

****
Siempre te olvidas
que a pesar de la tormenta
luego el sol brilla

****
Con cadencia de lluvia
las horas muertas
dejan frío en el alma.

****
El sonido del reloj
rompe el silencio
pero no afecta al tiempo

****
Ni siquiera recuerdas
el viento frío
mientras arde el fuego

****
Nada es eterno
ni nadie así lo espera;
Ama el momento

****
Mientras caminas
dibujas con tus pasos
la carretera.

****
Si el sol no brilla…
¿será que se ha apagado
o que no lo miras?

****

Pía - Pía

A veces mis enanitos de clase  me dejan K.O.  tendida en la lona y sin posibilidad de recuperación.
Por algo que me acaba de pasar, recordaba ahora uno de esos días, hará de eso... no sé, a veces la memoria me engaña, quizá tres o cuatro cursos ya.
Era un grupo de entre seis y siete años y, con el fin de practicar con Word, con la búsqueda de texto e imágenes en Google y la inserción de lo encontrado en un único documento (aclaro que soy profe de Nuevas Tecnologías)  les había propuesto un ejercicio en el que tenían que definirse de algún modo a través de sus gustos: colores, aficiones, juegos, películas… con todo ello debían hacer un collage, una especie de redacción ilustrada. Es un trabajo similar al que hemos hecho otras veces con otros motivos (Navidad, Carnaval, etc.)  y que a ellos les encanta. Se enfrascan en la búsqueda y luego me razonan por qué una imagen y no otra.
En fin, que casi había acabado el tiempo y uno de mis bajitos, de seis años, me dice alarmado: “Paloma, no puedo acabar. No encuentro nada sobre mi juego favorito”  Fui a mirar su pantalla y en la caja de búsqueda de Google figuraba el nombre de su juego: era “Pía-Pía”. Escrito así, con su guión y todo.
¡Agh, demonios! ¿Qué juego es ése?  Todos sus demás compañeros me hablaban de fútbol o de aventuras para la Nintendo Switch, el móvil  o la Play.  Y, servidora de ustedes, entre lo que juego yo misma y lo que me informan mis alumnos, tiene un Máster en "juegología", pero…¿Pía-Pía?  Ni  idea. Iba a decepcionar a mi enanito, así que había que investigar.
Me senté junto al peque y le dije, “venga, te ayudo a buscar, cuéntame qué juego es ése y de qué va”
-Paloma, -asombradísimo-  ¿es que tú nunca has jugado a Pía-Pía?
-Pues no, cariño, pero si me dices un poco cómo se juega, te ayudo a buscarlo.
Y mirándome con ojos de conmiseración, de pura lástima por esa mujer que en su vida había jugado a Pía-Pía, esa triste adulta que no sabe qué es divertirse, suelta:
-Jugamos cada día, pueden jugar varios, en el patio; uno es el que la para y tiene que píar a los otros que corren y si llegas a un sitio que es casa dices: "casaaaaa" o "salvaadooo" y eso…
-Ah, ¿te refieres a jugar a pillar?  ¿Al pilla, pilla?
-Claro, te lo estoy diciendo hace rato:  ¡Pía-Pía!
Y sí, tenía razón: pobre adulta que ya ha olvidado, como la mayoría de los niños, lo divertido que es jugar a Pía-Pía en el patio y que hay vida más allá de Play Station.

Fue belleza

Hoy ya no llueve en las calles
empedradas junto al puerto,
es sólo agua que cae
mísera, absurda, sin freno.
Ya no reflejan las gotas
la luz de cada farola,
convirtiendo en charol negro
los viejos tejados del pueblo.
Hoy ya no apaga mi sed
bebiéndola mientras me moja,
ni ofrezco la cara al cielo
para recibir su beso.
Ya no sé observar la lluvia
mirando a través de otros ojos,
ya no esconde la poesía
del vaho tras los cristales.
Sobre el bosque de paraguas
dejando un paisaje roto,
mísera, apresurada y fría,
ya sólo es agua que cae.

Apología de la felicidad

Tiempo atrás, un conocido me preguntaba si resulta más sencillo escribir poemas estando triste o feliz. Le respondí que, en mi caso particular, no hago demasiadas diferencias: la poesía es sentimiento ,el que sea, pero le acompañé una frase que leí a Sabina en una entrevista en un periódico hace unos años.
Le preguntaban por el motivo de que hubiese contado con Benjamín Prado para componer las letras de las canciones de su último disco y respondía el maestro que la felicidad no le inspiraba, así que aprovechando la fiesta de celebración de su aniversario número sesenta, se acercó a su amigo y:  "Benja, no me sale nada. La felicidad está matando mi creatividad. Préstame algo de tu cabreo emocional"
Vale, pues después de darle vueltas llego a la conclusión de que no es exactamente así, es simplemente un tema comercial. Marketing puro. Y Sabina miente como un bellaco. Ni más ni menos.
Las mejores canciones de la historia han sido siempre canciones de amor, sólo que le llamamos “de amor” a las canciones de “desamor”. Nos sentimos de algún modo identificados con el protagonista de la historia, lloramos con él su pena, su tristeza y nos parece que lo nuestro es menos grave. Sentimos que el cantante sufre aún más su carencia que nosotros y nos la grita desesperado.
Resumiendo, que salvo en contadas ocasiones, nos apetece más oír que Loquillo “para ser feliz quiere un camión” que la alegría que representa el hecho de que “Mi jacaaaaa galopaycortaelviento cuandopasaporelpuerto camini-chin pun-to de Jeréeeee”
Y tiene su lógica. Imaginemos por un momento que encontramos a un conocido por la calle:
-¿Qué tal fulanito?
-Ya ves, tirando.
-Pues yo de coña, oye. Me han doblado el sueldo, trabajo menos horas, me acabo de comprar un chalé con piscina y ¿ves aquella rubia de allí?
-¿La guapa?
-Ésa, pues es mi señora. Desde hace dos meses. Somos taaaannn felices!!
-Psss…qué bbbien. Malegro...
Ahora sinceramente ¿Alguien se siente feliz de verdad por ese imbécil? ¿No dan ganas de partirle la cabeza con el primer ladrillo que encontremos? ¿No apetece realmente decirle que se meta su felicidad por donde le quepa? ¿A que sí?  Pues eso sucedería si a partir de hoy Sabina, Serrat, Alejandro Sanz o Calamaro empezasen a deleitarnos con sus alegrías personales, con lo felices que son con sus hijos y parejas, lo bien que viven en sus “chaleses” y lo mucho que ligan con sólo pestañear. Resultado: iban a vender un churro.  La única a la que le salió medio bien la jugada una vez fue a Paloma San Basilio con aquello de “Juuuntos, un día entre dos parece mucho más que un díiiaaa” y por si acaso no repitió el tiro, que no estamos acostumbrados a tanta alegría frívola.
Ahora la misma conversación, con otro tono:
-¿Qué tal fulanito?
-Ya ves, tirando. ¿Y tú?
-Hecho una mierda, de verdad. Hecho polvo. Me han despedido tras quince años en plantilla y con una porquería de finiquito, ahora estoy en juicios y tal. Pero no es eso lo peor. Jo! Llego un día a mi casa y me encuentro con que mi mujer se ha ido con un pavo cinco años más joven que ella y se me ha llevado a Jorgito.
-Chico, qué mal…
-Era la mujer de mi vida y mira…
-Sí que lo siento, de veras. ¿Puedo ayudarte de algún modo?
Claro que se le ayuda. Se le ayuda, se le abraza, se le invita a unas cañas y se hace lo posible para que el pobre chaval pase el trago lo mejor posible.
Y ojo, es el mismo de antes, ¿eh? no es que sea más amigo, ni menos. Es que ahora es más desgraciado que yo. Ahora es el protagonista de “Así que se fue, me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas” o de “Ella qui sap on és, ella qui sap on para” o incluso de “Para qué me curaste cuando estaba herío, si hoy me dejas de nuevo con el corazón partío”  Resultado: un éxito de ventas.
En resumen, que hacer apología de la felicidad no vende y todo esto nos demuestra que Sabina aparte de ser un genio de las letras es, además, un genio de los números y siempre supo de dónde sacar para los garbanzos.

Un día oscuro

Suena el silencio con atronador vacío
Tiemblan los ojos y se ciega el oído.
Las nubes se encharcan,
se asusta la noche
y las olas del bosque pronuncian tu nombre.
El mundo se para,
me abraso de frío.
Los pájaros huyen porque llora el río...

... será que ya todos saben que te has ido.

Chanel nº 5

Entre abrazos él le había preguntado por  su perfume. Ella olía a vainilla y un poco a sándalo pero le había contado que su perfume favorito era Chanel 5. Siempre le habían guatado los aromas con un toque clásico, voluptuoso, casi previsible: Chanel, Dior, Saint Laurent…pero su preferido siempre fue ése.
Se amaban pero las circunstancias les obligaron a alejarse. Él la amaba, ella le amaba  y les costó separarse. Y cuando tuvieron que hacerlo no sabían exactamente durante cuanto tiempo, cuántos días, meses, eras... pasarían hasta volver a respirar el mismo aire, hasta que él volviese a rozarle el costado con un dedo y  arrancarle un leve gemido, hasta que ella volviese a perderse de nuevo en su pecho.
Cuando él se fue, ella lloró. La música atronaba su casa, no quería tener más sentidos despiertos que el oído, no quería ver, ni pensar, ni recordar, no quería hablar, no quería siquiera correr el riesgo de tocarse, de rozarse para no imaginar que eran de nuevo sus manos. Las de él.
Lloró diez minutos, quince, treinta y alguien llamó al timbre:
“Soy yo”, dijo su voz. Era él, volvía y traía algo entre sus manos, un paquete envuelto en papel de regalo.
“Tenía que hacerlo, así sabré que me llevas. Te quiero” y se fue de inmediato dejándola sorprendida, sonriendo y llorando a la vez que quitaba el envoltorio del paquete.
Era un frasco de perfume, de Chanel 5. Lo abrió de inmediato y puso unas gotas en su cuello y el frío líquido se volvió cálido en su piel, fue como sentir de nuevo los labios que la recorrían, los dedos que la dibujaban. Fue sentirle a él, fue llevarle, tal como él había dicho. Y le llevaría siempre.
Lo usaba a solas, se perfumaba para pensar en él, o quizá pensaba en él y recurría al perfume para tenerle de nuevo. Era privado, íntimo, era la ceremonia de abrir el frasco, aspirar el aroma,  mientras tomaba una gota en su dedo índice y la depositaba  en su cuello, iniciando el viaje por el costado hasta la cintura, aquel leve roce que aún le arrancaba un gemido.
La caricia que aún recuerda porque nunca debió ser la última.
Así fue cada día, mientras ambos se esperaban. Pero acabó.
Acabó como terminan las cosas que jamás debieron empezar: pronto y mal, de modo inesperado, injusto e impreciso. De modo erróneo.
Se amaban aún, se amaron mucho después y seguramente aún se amen. Es posible que así sea porque desde el final, ella nunca volvió a usar ese perfume para nadie, fue incapaz de compartir ese aroma con alguien que no fuese él.

Nómbrame

Nómbrame,
dame un nombre que me evoque,
que me lleve a tu memoria
y a tus manos.
Dame un nombre sólo mío,
un nombre que no posean
las flores ni los insectos,
que no lo tengan los mares
ni los planetas.
Dame un nombre
que viva en tu egoísmo
y se alimente
del hambre de tu hambre.
Nómbrame,
dame el nombre de las cosas
que amas,
el nombre del ansia y de la luz,
el que susurra tu piel
cuando me piensas.
Nómbrame,
con la voz y la saliva,
al ritmo que me dibujan tus dedos,
con el nombre imaginario de la noche,
dame el nombre que ya tengo
y tú no pronuncias aún.


"No sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices." -Mario Benedetti

Prohibido Prohibir

Si el mundo fuese perfecto
el amor no tendría Citas Concertadas,
ni Horario de Visitas,
no tendría Vuelva Usted Mañana,
ni Libertad Vigilada,
no tendría Paso Obligatorio,
ni Direcciones Prohibidas,
no tendría el amor Pasaje Sólo de Ida,
ni cartas Sin Remitente,
ni Cerrado Hasta Nuevo Aviso,
ni Diríjanse a la Salida,
no tendría Ya No Hay Billetes,
ni Permiso Restringido,
ni tantas Llamadas Perdidas,
no tendría Personal Autorizado,
ni Zonas de Fumadores,
ni Peligro Inminente,
ni Sólo en Horas de Oficina.