sábado, 15 de octubre de 2016

Primero Izquierda (El edificio II)



La señora María se ha preparado ya las acelgas; no muchas que luego sobran y no le gusta comer lo mismo dos días seguidos. Unas acelguitas y una tortillita, ¡qué ricas!
La verdad es que no cocina mucho, apenas una verdurita hervida, algo de pollo, una pescadilla, poca cosa. No tiene el cuerpo ya para excesos y además, ya no es lo mismo.
Antes sí, a su Enrique le gustaba mucho como hacía ella el guiso de ternera, y las judías, bueno es que su Enrique tenía muy buena boca. Anda que no se acuerda de él ahora, cada vez que se acerca a los fogones, cada vez que se sienta sola a la mesa redonda, con sus vestiduras azules, con el braserito debajo que este invierno está siendo muy malo.
Su Enrique…lo que le gustaba a él esto de las Navidades, y cómo se ponía de turrón, y eso que Don Anselmo cada vez que le visitaba y mientras escribía las recetas con aquella mano un poco temblorosa le iba diciendo: Don Enrique, que no tiene usted la tensión como para atiborrarse, que su corazón está muy cansado ya.
El pobre Don Anselmo duró menos aún que su Enrique. Ay, señor…¡qué pocos van quedando ya!
Y ¡qué puros se fumaba Don Anselmo! Además, con cualquier excusa: “que me ha nacido otro nieto, señora María”, “que me voy al fútbol, como un señor, con mi puro y mi almohadón”
Y ahora, mientras friega los dos platos y los cubiertos se acuerda de que  tiene que llamar a su hija Loli para ver qué les pone a los niños para Reyes.  
Casi mejor que lo vayan a comprar juntas, ella es que no entiende de esas cosas que les gustan hoy a los niños. Con lo bonitas que son las muñecas esas que se las puede achuchar y darles biberón y los coches de bomberos y ya ves, ni uno ni otro. La niña con las Barbis ésas, y el niño todo el día con la maquinita, que no veas tú lo que cuesta cada juego de la maquinita.
Y la pobre señora María se sienta en su sillón a hacer cuentas a ver qué puede apartar de la paga para los Reyes de los niños, y los de su hija y su yerno y para los de su hijo Kike, que aunque vive tan lejos seguro que viene algún día por Navidad. Como en el anuncio, igualito.
Y así, entre cuentas y culebrones y nostalgias y braseros, la señora María cierra los ojos y hace su siestecita, casi sonriendo, casi feliz…

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