sábado, 22 de octubre de 2016

De vez en cuando la vida.

A veces -el fuselaje roto de mil malos despegues y otros mil peores aterrizajes, las alas temblorosas y llenas de parches, los motores rodando apenas, cansados de tantos vuelos- enfilamos una vez más la pista sin demasiada convicción.
Con decisión pero con ese leve roce en la nuca, ese roce frío que produce el miedo.
Miedo a que la pista se acabe antes de separar las ruedas del suelo, miedo a ponernos en manos de ojos ciegos y voluntades cansadas e indiferentes, miedo a -quizá- no recordar las maniobras precisas, las imprescindibles normas de seguridad, miedo -en fin- a volar de nuevo.
Y sin embargo, titubeantes, asustados, maltrechos pero ilusionados, volamos otra vez.
Volamos por que merecemos ver el amanecer desde el cielo, el atardecer desde las nubes y el sol de cerca.
Volamos.

DE VEZ EN CUANDO LA VIDA
De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles 
en volandas
y nos sentimos en buenas manos;
se hace de nuestra medida,
coge nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como el niño
cuando sale de la escuela.
De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.
De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo.
De vez en cuando la vida
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla.
De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza.
Joan Manuel Serrat

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