domingo, 27 de julio de 2014

¡Odio el Carrefour! (Aplicable a cualquiera de las grandes superficies habidas y por haber)

Sábado por la mañana. 
Una legión de amazonas sedientas de victoria se lanzan hacia el interior del Carrefour empujando sus carritos. En sus manos empuñan la lista de la compra aferrada como una espada. Han dejado sus metálicas monturas asándose al sol del parking y desafían a las demás guerreras con la fiereza del que se disputa un condado en un torneo medieval.
Emulando las huestes de Atila irrumpen con fuerza arrasando a su paso todo signo de vida.
Indefensa, en un rincón junto al pan Bimbo no soy más que otra víctima, apenas un escollo que salvar en su atroz conquista. 
Sucede.
Un carrito cargado hasta arriba con armamento pesado como para quince días de una familia de siete,  pasa sus dos ruedas de la derecha sobre la puntera de mis preciosas sandalias de piel beige, destrozando el calzado y el dedo meñique que recubre.
Esbozo un leve quejido, esgrimo un mínimo gesto de contrariedad y la mirada de la guerrera me infunde pavor. Su expresión me dice claramente: "¿Qué dices que te pasa, guapina? ¿quieres más?"
Cobardemente, aterrorizada, amilanada y herida en mi orgullo y mi pie  me retiro cuidadosamente, agazapada entre las camisas de caballero, buscando cobijo en la sección de electrónica. Es zona poco poblada y habitualmente las guerreras le tienen un temor reverencial.
No crean, no soy persona temerosa pero apenas llevo armas: un pequeño cesto con dos bricks de leche Pascual, un champú Pantène para pelo rizado y un par de latas de Coca Cola Zero. Nada.
Creyéndome a salvo en la fortaleza de la tecnología, cometo el primer error.
Bajo un poco la guardia atraída por los cantos de sirena: hay una oferta de memorias USB de gran capacidad y tiradas de precio. Pendiente de ellas y siguiendo los reclamos como presa de caza salgo al pasillo exterior, ensimismada .
Ingenua de mí ¡es una emboscada! Docenas de carros blindados me rodean y me mantienen a raya contra la línea de Caja, convertida ahora en una trampa. Mi única salvación pasa por alcanzar como sea la Caja Para Menos de 10 Artículos, no podrán seguirme hasta allí.
Sopeso los pros y los contras, tendré que atravesar las líneas enemigas, salir a campo abierto, ponerme de nuevo en peligro.
Sin embargo…
Adelante, me digo. Cargo mi cestito y me escudo tras una novela de Almudena Grandes que acabo de encontrar al atravesar la librería y sin pensármlo dos veces, cojo aire y me lanzo a la consecución de mi meta.
Seis metros, cinco, cuatro, dos…ya casi llego, ya!
Y la catástrofe.
Flanco derecho desprotegido y de improviso aparece otro carro de magnitudes realmente desproporcionadas. La guerrera lo empuja afanosamente mientras un caballero de apenas medio metro lo monta gritando alegremente. En sus manos esgrime peligrosamente un Petit Suisse para beber. De fresa, creo.  Otea el horizonte buscando su presa como un halcón y de pronto me ve.
Percibo su mirada torva, su expresión de triunfo. Su sonrisa se vuelve especialemte maligna cuando sin darme tiempo a la defensa, arroja hacia mí el Petit Suisse del cual la novela de Almudena Grandes no logra protegerme en su totalidad.
Mi camisa de seda de color verde inglés es la segunda víctima de mi malograda tropa.
No puedo permitirme más bajas.
Me rindo.


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